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charles

¿Por qué soy el culpable si el que actúa mal es mi personal?

Es evidente que en el desarrollo de una empresa intervienen una gran multitud de factores, factores que la mayor parte de las veces no se pueden controlar desde la dirección. Algunos de ellos son totalmente externos, como las actuaciones de nuestra clientela o los proveedores, la situación económica de los países donde se opera o, incluso, catástrofes naturales.

Sin embargo, hay otras acciones que, sin ser controladas por la dirección, guardan bastante relación con la empresa. Estos casos son, básicamente, los relacionados con el accionariado y el personal empleado de la empresa.
Hoy quiero hablaros de porque la empresa responde cuando nuestro personal obra mal (sin intención), a pesar de desconocer sus maniobras.

Llegados a este punto, es importante definir el término imprudencia: el personal empleado actúa imprudentemente cuando, de modo no intencionado, vulnera las actuaciones para las que estaba contratado. La Ley General de la Seguridad Social, en su artículo 115, divide este término en dos: imprudencia temeraria e imprudencia profesional.

La imprudencia temeraria es aquella relacionada con la asunción de riesgos innecesarios, es decir, cuando el personal empleado realiza su trabajo de una manera fuera de lo normal. Los ejemplos más básicos son el no de los equipos de protección de trabajo en aquellas zonas que se necesiten o el mal uso de artefactos, pudiendo perjudicarse a sí mismo o a los demás.

En cuanto a la imprudencia profesional, la podemos distinguir de la anterior en que esta es fruto del exceso de confianza, por parte del trabajador, de su actividad laboral. Esto resulta más habitual en aquellos trabajos monótonos, pudiendo provocar esto daños irreparables.

Un tercer tipo de imprudencia, no definida, es la simple, en la que el personal tiene fallos en los que hace peligrar la integridad debido al cansancio, despistes o distracciones.

Aunque cada una de las imprudencias tiene unas características, es evidente que todas ellas conllevan un riesgo para la persona que las realiza, el resto de personal y, en última instancia, para las instalaciones de la empresa.

Ahora bien, como empresa la pregunta es… ¿Qué podemos hacer para minimizar esas imprudencias? La respuesta, aunque evidente, no es sencilla.

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